RELATO "Un chico como yo con una chica como tu" - Participación en el concurso Sant Jordi 16'
18:00:00
¡Hola LocoLectores!
Hoy os traigo mi relato/narrativa con el que participo en el concurso Sant Jordi 16' . Espero que os agrade y que me dejéis vuestra opinión en los comentarios. ¡No olvidéis seguirme!
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UN CHICO COMO
YO CON UNA CHICA COMO TU
Cada día caminaba por la rampa de piedra y ladrillos derruida en medio del
callejón hasta llegar a la zona de los ricachones del pueblo. Una zona llena de chalets con
enormes piscinas, tiendas de venta de telas que costaban cantidades
innombrables de pesetas y
establecimientos donde iban las amas de casa a tomar el café mientras los
maridos trabajaban.
España en 1976 era muy diferente a ahora. Las mujeres no podían trabajar.
Debían cuidar de sus hijos y limpiar cada rincón de la casa.
Los carruajes de caballo cruzaban de lado a lado de la carretera, y yo me
encontraba en la salida del callejón que dividía la zona obrera de la zona
privilegiada dónde se encontraba mi destino. El café madrugador, una cafetería lujosa de Madrid.
Todas las mañanas Lana iba con su madre a desayunar a aquella cafetería,
mientras que yo en cambio, al ser de familia obrera, sólo me podía permitir sentarme
en el bordillo de la acera de enfrente a observarla mientras me helaba de frío.
“Lo que hace uno por amor” pensaba todos los días al ver que ella nunca me
haría caso ya que yo era un simple chico de familia trabajadora.
Como cada día, Lana se pedía un vaso de leche caliente al que le añadía dos
azucarillos de azúcar moreno. También tomaba un gran croissant que compartía
con su madre, la Sra. Sánchez.
La Sra. Sánchez era una mujer bella, con unos quilos de más. Tenía el pelo
moreno y unos preciosos y enormes ojos verdes. Era una de las mujeres mas
envidiadas del pueblo y no por sus elegantes y glamurosos vestidos, si no por
con quien estaba casada. Don Gustavo Fernández, el hombre más temido en aquel
momento. El dictador español que con tan solo dar un chasquido de dedos, tenías
en tu puerta a dos policías corpulentos que te detenían y te hacían pasar duras
condenas, pero de ello hablaremos más adelante.
El frío seguía recorriendo mi cuerpo. Mi mirada parecía clavada en el
rostro de Lana. Ella giró su mirada hacia la mía, las cruzamos y por un momento
el frío de la calle desapareció en mi cuerpo. No sabía el cómo ni el porque ,
pero sin apenas hablar con ella me había enamorado. Lana se levantó de su
asiento mientras su madre hablaba con una amiga suya sobre lo que iban a hacer
por navidades. Yo me puse nervioso “¿Qué voy a decirle? ¿Dónde va?”
Lana salió de la cafetería y se acercó a donde yo estaba sentado:
-Siempre estás aquí, ¿no tienes frío? – Me preguntó Lana.
-Claro que tengo frío, pero… es que… - Las palabras no me salían, estaba
demasiado nervioso y Lana me observaba con cara divertida, como si se estuviera
riendo de mi.
-Déjalo, no me importa que me observes. He salido para darte esto – Lana se
sacó del bolsillo una tostada de pan y me la dio- No puedo hablar contigo, sino
mi padre se enfadará.
-Muchas gracias.-Me mantuve las ganas de pegar un mordisco a ese trozo de
pan. Lana se dirigía a la puerta de la cafetería, dispuesta a entrar nuevamente
en el establecimiento- ¡Espera! –Lana se giró y me miró nuevamente- ¿Que te
parece si te enseño la zona donde vivo? Está a escasos metros de aquí.
Lana se acercó a mi y sacó de su bolso una tarjetita dónde había escrito un
seguido de números – Este es el número de teléfono del palacio dónde vivo.
Llámame esta tarde y hablamos, pero no se lo digas a nadie, puedes tener graves
problemas.
Agarre la tarjetita y me levanté de golpe. Me despedí de ella con un gesto
de barbilla y volví a bajar la rampa de piedra hacia la zona del pueblo dónde
yo vivía.
Pasaron las horas y los nervios aumentaban solo con pensar en la llamada
que iba a realizar. Había deseado tanto ese momento… Las campanas del
campanario resonaron con un eco interminable que indicó que era el momento de
llamar a Lana. Acerqué mi mano al teléfono de disco que había encima de la
mesita de noche de la habitación de mi madre y marqué el número indicado en la
tarjetita.
-¿Si?
-Hola ¿Lana?- Pregunté
-Si soy yo. No sabes lo que me ha costado que la
trabajadora doméstica no cogiera esta llamada…
-Ya…
-Bueno, ¿Qué propones?-Me preguntó Lana
-Pues… mira podemos ir a la zona de las casas viejas, a la mina o a el caminito del dictador
-Ah, bien, pues podemos ver el caminito ese, no
sabía de su existencia…
-Te va a encantar. A las ocho en la cafetería, ¿hecho?-Pregunté
-Hecho. – Lana colgó y una gran satisfacción recorrió mi cuerpo. En apenas
hora y media tenía que estar en la cafetería.
Me arreglé un poco el pelo, me puse mis mejores prendas y salí a paso
ligero a la El café madrugador. Al
llegar, ahí estaba ella, tan preciosa como siempre con un brillante vestido
amarillo que le llegaba a la rodilla y un cinturón rojo acabado con un vistoso
lazo.
-Que, ¿vamos?- Le pregunté. Ella asintió con la cabeza y comenzamos a
caminar hacia el caminito del dictador.
Este camino era un fantástico puente de madera de roble brillante que
cruzaba las tres montañas principales que conectaban Madrid con Toledo. El
paisaje era precioso, lleno de árboles florecidos, un río que corría a lo
lejos, animales que iban de un lado a
otro y el canto de los pájaros que llenaba el espacio de alegría y felicidad.
Justo en el punto medio del puente, dónde quedaba el río justo debajo de
éste, agarré del brazo a Lana frenándola y poniéndola delante de mí. Le miré a
los ojos fijamente. Sus mejillas se sonrojaron y curvó sus labios formando una
sonrisa.
-Te llevo observando durante varios meses. Siempre tan preciosa en esa
cafetería desayunando con tu madre. Siempre me voy a dormir deseando estar a tu
lado y soñando contigo. He esperado este momento todos los días durante los
últimos meses y me he preguntado a cada momento, porque no un chico como yo
podría salir con una chica como tú.
Lana estaba aún mas roja pero su sonrisa me tranquilizaba. Lana acercó su
cuerpo hacía el mío, yo bajé mi mirada hacia la suya. Incliné levemente mi
cabeza hasta que mis labios chocaron con los suyos suavemente. Era mi primer
beso y ella era la chica perfecta con la que iba a pasar todos los días de mi
vida. Un mundo de sensaciones recorrieron mi cuerpo mientras seguía besándola
todo iba bien hasta que un sonido arrullador hizo que giráramos la cabeza hacía
la entrada del camino dónde un carruaje negro con la bandera de la dictadura
española del padre de Lana se acercaba rápidamente a nosotros.
Besé la cabeza de Lana y salí corriendo en sentido contrario al del
carruaje. Un hombre pobre no podía relacionarse con una mujer de la realeza y
viceversa, pero si encima estos se besaban era motivo de fusilamiento.
Corrí y corrí por el caminito hasta salir de éste. Justo en el momento en
el que conseguí salir de allí un grito abrumador sonó seguidamente de un
disparo.
Un sentimiento de rabia e impotencia recorrió mi cuerpo en modo de
escalofríos. Había dejado a Lana de lado solo por salvarme. Había sido muy
egoísta.
Vuelvo a suspirar.
-Hermanos, hermanas, hoy estamos aquí reunidos para celebrar el
septuagésimo quinto aniversario del fallecimiento de la hija del dictador don
Gustavo Fernández que en paz descanse
No escucho bien al cura que dice estas palabras. Todavía, a mis ochenta y
seis años, me siento mal por haber huido de aquel puente cuándo Lana mas me
necesitaba. Perdí al amor de mi vida para ganar a la muerte.
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Espero que os haya encantado este relato y que me dejéis vuestra opinión en los comentarios. No olvides seguirme dándole al botncito azul del lateral derecho de ésta misma página y nos vemos el próximo martes a las 18:00h aquí, ¡en LocoLectores!
¡Ciao!
2 comentarios
Me ha gustado mucho el relato! Deberías escribir una continuación!
ResponderEliminarMe estoy planteando extender esta historia y transformarla en libro, pero es complicado.
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